Las vacaciones que toda persona del interior desea playa, sol y mar; simplemente descansar tirado en la arena, escuchando el relajante sonido de las olas, y sintiendo la brisa en todo el cuerpo, refrescando el sol abrasador sobre la piel.
¿A cuánto estamos del nivel del mar? Como a 15 cms a lo mucho, y si estás en el mar, pues sencillo, estás al nivel del mar; disfrútalo, cierra los ojos, escucha y disfruta lo hermosa que es la vida, el universo y todo a tu alrededor; haz parte de ese momento disfrutándolo desde el presente; sin pensar en nada más.
Si estás en San Andrés, como yo, pues la experiencia es a otro nivel, el mar cristalino y azulado; definitivamente el mundo desde aquí se ve de una forma diferente, pareciera que el tiempo se detuviera, o como si no existiera; lo que para los isleños se traduce en una cárcel en medio del mar y para los turistas en el paraíso.
Como dicen los de aquí “el paraíso de los negros” en el buen sentido, ellos lo dicen de forma jocosa, y realmente así parece, un paraíso en medio de una mar, literalmente de 7 de colores, en el que predomina el azul turquesa y la arena blanca producida por los desechos de coral. A lo lejos, sobre la barrera de coral, es posible divisar los barcos que han encallado y los islotes, que componen un paisaje casi surreal; la vida realmente no pasa aquí, y es maravilloso.
Hay muchas formas de disfrutar la isla; la convencional, la de las fiestas, los hoteles todo incluido y los tours; o la de la vida isleña, la de los barrios, la cultura raizal, la que está conectada con Dios por una larga historia, tanto así, que allí se ubica, la iglesia más antigua de Sur América, una iglesia bautista construida en 1844 en la parte más alta de la isla y con madera traída de Alabama, de hecho la arquitectura de la casa isleña suele ser algo similar.
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Bueno, y entrando en el tema de la Casa Isleña, y de que en la isla hay más por ver que sólo mar, tuve la oportunidad, de “metérmeles al rancho”; primero, porque fuimos al museo de la casa isleña, dónde es posible conocer cómo funcionaba y aún funciona la familia isleña, su vestimenta, la estructura de sus casas y su forma de bailar. Al entrar al lugar te encuentras con las hermosas mujeres San Andresanas quienes tienen una chispa hermosa y muy divertida para explicar los detalles de la vida en la isla; por ejemplo, que los hombres eran los que se encargaban de la cocina, la cual estaba ubicada fuera de la casa para evitar incendios, ya que toda las estructuras de las casas estaban hecha de madera.
Por otro lado, tuve la oportunidad de conocer a una raizal que se ha dado a la tarea de mantener su cultura y preservarla a través de diferentes generaciones, quien nos cuenta desde su posada nativa que los raizales provienen de África, y llegaron a la isla a través de los escoceses, por tal razón la bandera de San Andrés es igual a la de Escocia; además nos contó de los esfuerzos realizados para mantener el Creole en las nuevas generaciones, pues esta es una de las riquezas culturales más importantes que tienen y que los distinguen del resto de los colombianos.
Venir a San Andrés Islas es mucho más que mar, es toda una cultura, una historia y una comunidad que parece inexistente, escondida detrás del monstruo del turismo depredador, que ha sido uno de las grandes amenazas de la cultura y el medio ambiente; por eso hoy, le apostamos a un turismo distinto, el que quiere cuidar y ama la naturaleza; el que reconoce el valor de la cultura y que se esfuerza porque sea visibilizada.
Hoy quiero y deseo que las personas que vayan a conocer o vuelvan al Archipiélago de San Andrés y Providencia, puedan verlo de una manera distinta, puedan salirse del esquema tradicional del turismo, y realmente vean la belleza escondida aquí, este artículo no alcanza a describir todo lo que hay en el archipiélago, este sólo es una pequeñísima muestra de todo lo que falta por descubrir en las islas del realismo mágico.
Ven a conocer este paraíso de forma consciente y vívelo de verdad. #SoyUnViajeroConsciente.
Excelente Reportaje, queda uno con ganas de ir a conocer esa cara de San Andrés